Hola,
Para concluir el ciclo de estas fiestas y abusando de tu amabilidad, voy a dejar que cada uno de los Reyes Magos te cuenten cuentos, no sin antes agradecerte haber recibido esta serie de emails navideños de 2016-2017, para los cuales hube de leer muchos, muchísimos cuentos y seleccionar los que finalmente fui enviando y que espero te hayan provocado emociones de diversa índole.
Melchor te contará:
La leyenda del verdadero amigo
Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.
El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.
Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:
HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA.
Intrigado, el amigo preguntó:
¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió:
Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.
Gaspar te contará la historia de:
El buscador
Jorge Bucay (“Cuentos para Pensar”)
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador…
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invita a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción…
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años… Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
No, ningún familiar dijo el buscador, ¿qué pasa con este pueblo? ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Porqué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano se sonrió y dijo:
Puede Usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré.
Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda, qué fue lo disfrutado… a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia, y se enamoró de ella.
¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?…
Y después… la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso, ¿cuánto duró?
¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana?…
¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo…?
¿y el casamiento de los amigos…?
¿y el viaje más deseado…?
¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿horas?, ¿días?…
Así… vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos, cada momento.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque Ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo VIVIDO.
Baltasar te contará que:
Estamos de Paso
Gonzalo Gallo González
En el siglo pasado un turista visitó al famoso rabino polaco Hofetz Chaim. Se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía sencillamente en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una mesa y una banqueta.
-Rabino, ¿Dónde están tus muebles?, preguntó el turista.
-¿Dónde están los tuyos?, replicó Hofetz.
-¿Los míos?, pero si yo sólo soy un visitante… estoy aquí de paso.
-Lo mismo que yo, dijo el sabio rabino”.
Y claro, no podemos olvidar a Artabán, haya o no existido, que primero te pedirá:
VALORAR LO QUE TIENES
Si te has despertado hoy con más salud que enfermedad, estás más bendito que el millón que no va a sobrevivir esta semana.
Si nunca has conocido los peligros de la guerra, la soledad de la prisión, la agonía de la tortura, los dolores del hambre, estás delante de 500 millones de personas en el mundo.
Si puedes ir a la iglesia o el templo sin ser perseguido, arrestado, torturado o asesinado… estás más bendito que 3 mil millones de personas en este planeta.
Si tienes comida en tu nevera, llevas la ropa limpia, si tienes un techo encima de tu cabeza y un lugar seguro donde dormir, estás más rico que el otro 75 %.
Si tienes dinero en el banco, en tu cartera, y unas monedas en una jarra en tu casa, eres parte del 8 % de la población próspera del mundo entero.
Si tus padres están todavía vivos y casados, eres poco común…
Si llevas una sonrisa en tu cara, y estás agradecido por todo estás bendito, porque la mayoría de la gente lo puede hacer pero no lo hace.
Si puedes leer este mensaje has recibido una doble bendición, ya que, primero alguien ha pensado en ti, y segundo, tienes más suerte que 2 mil millones de personas que no saben leer.
Después Artabán te hablará sobre cómo acomodar:
Piedras
Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los
asistentes a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre
la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?.
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras
hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
¿Está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa
un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las
piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El
experto sonrió con ironía y repitió:
¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien!. Y puso en la mesa
un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los
pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. ¿Está lleno? preguntó de nuevo.
¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro
que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué hemos
demostrado?, preguntó.
Un alumno respondió: Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas,
siempre puedes hacer que quepan más cosas. ¡No!, concluyó el experto:
lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero,
nunca podrás colocarlas después.
¿Cuales son las grandes piedras en tu vida?. ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños,
tu salud, la persona amada?
Recuerda, ponlas primero. El resto encontrará su lugar.

-El pronóstico es malo.
Javier percibió con claridad que pese al esfuerzo del médico de edulcorar la situación, sus días estaban contados.
-Cuánto tiempo me queda?, -preguntó a quemarropa.
Sorprendido, el doctor continuó moderando sus respuestas.
-Uno, dos años…
Su tono transmitía que el tiempo real era mucho menor. Seis meses? Tres? Y cuánto de ese tiempo sería con una calidad de vida razonable, antes del desbarranco final?, se preguntó Javier.
Qué vida inútil, pensó. Todo el tiempo corriendo atrás de espejismos, para que a los cincuenta años y sin previo aviso, se termine el partido. Qué absurdo todo, se lamentó para sus adentros.
Inmediatamente apareció el recuerdo de sus hijos. Dos adolescentes a los que adoraba, y a quienes había prestado muy poca atención, por estar siempre trabajando. Cuántas veces lo habían invitado a jugar, y él les contestaba que esperaran un ratito mientras terminaba lo que estaba haciendo. Como era obvio, ese momento nunca llegaba.
Los chicos aprendieron que con el papá no se podía jugar. No era que ellos estaban en un mundo de fantasía; era él quien en estaba en un mundo de tensiones y seriedad. Y aunque ellos no lo supieran, más fantasioso. Ese solía ser el universo de los adultos. Las fantasías en los niños producían alegría; en los adultos, frustración.
Se emocionó al pensar en todos los besos que no les había dado cuando tenían tres o cinco años. Se le humedecieron los ojos al tomar conciencia de todos los abrazos no dados. Se había pasado la vida librando batallas en pos de objetivos que ahora se revelaban vacíos.
En una caída libre que parecía no tener fin, sintió melancolía al no haber seguido con su ex mujer. Por qué nos separamos si los dos éramos buenas personas, y no tan distintos el uno del otro?, -se lamentó. Por qué la vida puede ser tan cruel y sin sentido?
Con lágrimas en los ojos sintió la impotencia por no haberle dado a sus hijos una familia unida; la presencia de dos padres amorosos que se llevan razonablemente bien. Sería mucho pedir?
Vino a su mente su hija menor, quien no tenía recuerdos de sus padres juntos, ya que se habían separado cuando tenía un año. Tres años más tarde y al descubrir que su padre era una buena persona, con apenas cuatro años había tenido una idea excepcional:
-Papi, quiero que te pongas de novio con mamá, -le pidió, pensando que ellos nunca habían estado juntos.
Javier casi se muere de un infarto en ese entonces, y ahora también al recordar la situación. Nada más desgarrador que frustrar a un hijo cuando hace un pedido tierno y razonable.
Se dio cuenta que en estos instantes cruciales, no tenía un solo pensamiento referido a sus proyectos, que lo habían capturado en cuerpo y en alma. Cómo era posible?
Tomó conciencia que en la hora de la verdad solo importaban los vínculos. Los besos y abrazos que había dado, las conversaciones a corazón abierto que había tenido con sus hijos, algunos pocos familiares y amigos, y lo que había ayudado.
Era posible que se hubiera pasado la vida equivocado? Dónde había surgido semejante malentendido?
Tanto guerrear con su ex en pos de nada. Sintió ganas de pedirle perdón y abrazarla.
Recordó a las personas que había traicionado. La razón había sido siempre la misma: lograr sus objetivos, con un egoísmo que le impedía ver a quien tenía enfrente. Como si el premio por lograr superara al de conectar y encontrarse con otra alma.
El médico lo miraba compasivo, percibiendo el encuentro del paciente con su propio dolor.
-Esto es todo?, -preguntó Javier.
-Por hoy le diría que sí. En una semana definimos los pasos a seguir.
-No; -lo cortó Javier con una triste sonrisa. -Le preguntaba si esto era todo lo que la vida tenía para ofrecer.
Mientras el médico permanecía en un respetuoso silencio, Javier supo que la vida ofrecía mucho más, pero que los hombres solían ignorarlo.
-Por qué no me habré dado cuenta de esto, no digo a mis veinte, pero al menos a mis cuarenta años?
-No sé si le servirá de consuelo, pero por lo que me toca ver en este consultorio, los seres humanos aprendemos a vivir recién cuando nos estamos por morir, -dijo el médico con voz suave.
El paciente lo miró pensativo. Después de un largo silencio, le dijo:
-Entonces hágame un favor; deje su consultorio e invierta el tiempo de vida que le quede en contarle esto a las personas sanas.
-Lo he pensado muchas veces, -contestó el profesional mirando al piso. –Pero sé que no va a servir de mucho.
-Entiendo…
Después de unos instantes, Javier se paró para irse. –Me voy. Es la primera vez en mi vida, que realmente no tengo tiempo que perder.
Saludos cordiales,
Dra. Consuelo Farías-van Rosmalen.